Región de asombrosa diversidad, fusión de una prolífica fauna y flora, arrebatadores paisajes y vestigios de antiguas culturas, Sudáfrica queda grabada en el corazón.
Es innegable que la mezcla de pueblos y culturas a la que se refiere su sobrenombre salta a la vista, pero su diversidad trasciende la gente.
Sin traspasar fronteras, el viajero puede dormir en un desierto bajo las estrellas o ascender a cumbres nevadas. Las colinas de Zululandia y la Wild Coast (costa salvaje) son un bucólico antídoto al bullicio de grandes urbes como Johannesburgo y Durban. La observación de fauna y flora abarca desde remotos safaris a pie hasta ver de cerca el vaivén de los pingüinos.
La variedad se traslada a la cocina, con delicado marisco de la costa oeste, suculentos banquetes de carne en el Karoo, aromáticos guisos en Cape Malay y picantes curris en Durban. Al suroeste, en Ciudad del Cabo, se dan cita sibaritas, amantes del arte, viajeros ávidos de emociones y entusiastas de la playa para beber, hacer surf y tomar el sol.